Desde que tengo que dejar mi casa de lunes a viernes para poder estar aquí en Valencia con el propósito de estudiar la carrera que más me apasiona en el mundo, me siento incompleta. Amo mucho mi pueblo (Pego) y echo mucho de menos a mis padres, tíos, abuelos… Pero lo más hecho de menos es mi habitación decorada y adornada a mi gusto.
Con esto no quiero decir que no me disguste la vida en Valencia. Esta ciudad es preciosa y me gustaría poder recorrer todos sus rincones ocultos. Pero no creo que aquí esté mi hogar (al menos de momento). Porque con el simple hecho de pensar en casa me desmorono, me hubiera gustado ser una de los pocos privilegiados que viven en los alrededores de Valencia y con coger un bus, metro o cualquier otro transporte público están en la universidad en media hora, como mucho si hay tráfico…
Por el hecho de que mi casa, pero sobre todo mi habitación, me transmite tanto sentimiento, es por lo que esta práctica va a tratar sobre esta, porque, como en una frase que leí una vez, «Hay una voz que no habla con palabras». Escucha. Esta frase hace referencia al corazón, y mi corazón ahora mismo está en mi pueblo, en mi casa, en mi habitación.
Esta es mi habitación, donde a simple vista se puede observar lo colorida que es, y la gran cantidad de decoración que tengo. Si nos centramos primero en las paredes y el techo, podemos observar una combinación de colores (3 paredes + techo gris perla y una pared pistacho, en la cual tengo un cuadro colgado) que particularmente a mí me encanta. Si posteriormente nos fijamos en mi escritorio, que es super largo y tiene muchos cajones, allí me cabe mucho material y cosas que he puesto para decorarla un poco y que no se vea insípida, como, por ejemplo, un jarrón con flores (artificiales claramente); una esfera que cuando la enciendo hace una luz del color que tú elijas con un mando que tiene una minicadena; una figura de una jirafa; una lámpara de estudio; un portalápices y un difusor de aromas. Si seguimos observando, podemos contemplar 2 estanterías de pared donde tengo algunos libros y figuras. Por último, está la cama nido, donde se observan también muchos colores gracias a la colcha y cojines multicromáticos; debajo de la cama principal hay otro colchón que no es visible y debajo de esta hay 4 cajones para guardar la ropa de cama.
¿Por qué has elegido este lugar? Porque es uno de los lugares donde más tiempo he pasado y me reconfortan sus 4 paredes. Además, como he dicho antes, estoy lejos de casa y extraño mucho mi habitación.
¿Qué te hace sentir a gusto? Todo, en general, es mi habitación y me la he decorado a mi gusto precisamente para eso, estar cómoda.
¿Existe algún elemento molesto? Sí, al vivir en un piso de forma recurrente, siempre hay algún vecino que molesta, ya sea porque están riñendo a sus hijos, porque están arrastrando muebles o porque los niños hacen demasiado alboroto jugando.
¿Crees que te sentirías igual en otro espacio ahora mismo? Definitivamente no, mi cuarto en Pego no se puede comparar a ningún otro espacio que conozca, porque es un lugar que me transmite mucho sentimiento y el cual me hace recordar tanto buenos como malos momentos.
¿Piensas que las condiciones de este espacio influyen sobre sus ocupantes? ¿Cómo? Claramente, este espacio me va a influir de diferente manera que a mi madre o mi amiga, ya que a mi madre, por ejemplo, le puede producir añoranza el entrar y no verme allí; a mi amiga a lo mejor le produce alegría al haber compartido tantos recuerdos allí juntas. Al fin y al cabo, no somos clones de clones; a cada uno le influirá de diferente manera un espacio que a otro.
¿Cambiarías alguna cosa? Al ser una habitación que da al patio interior de la comunidad de vecinos no entra mucha luz natural por la ventana; esto junto con el ruido que producen los vecinos sería lo único que cambiaría.